Hablar en tiempos de silencio: nuevas periferias de la cultura carmelitana
- vigiaselcarmendevi
- 28 may
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Es curioso que uno de los procesos culturales que más ha intentado luchar por la libertad, por el libre desarrollo de la personalidad, por el reconocimiento de la diferencia y la diversidad de lo que somos, sea paradójicamente el proceso más señalado, rechazo y discriminado desde sus inicios por parte de la institucionalidad y de ciertos grupos de incidencia dentro de la sociedad carmelitana.
Es desafortunado y algo vergonzoso para un territorio con la capacidad de apertura cultural reconocida que este tiene, tener que llamar la atención sobre este asunto, pero es claro que es un debate que sigue vigente; la injustificable censura sistemática sobre la cual ha convivido el festival Víboral Rock durante su trayectoria, que ya cumple veinte años y dieciséis versiones considerándose para uno u otro sector una amenaza, aunque sea difícil saber claramente, amenaza a qué.
Consideramos que es importante abrir la conversación, y en lo posible fortalecer la conciencia pública sobre la importancia de la diversidad cultural, musical y lo que representa este debate para las libertades artísticas de El Carmen de Viboral. No obstante, y entre otras cosas, esta puede ser una buena oportunidad para medir el pulso social a una reflexión que seguro podrá decir mucho de lo que somos, y de interpretar y ojalá definir qué es aquello que percibimos como cultural y también como público en la localidad. Al fin de cuentas, si somos sensatos, será la cultura la que saldrá triunfante, o de existir realmente censura o exclusión, tendremos una vez más una oportunidad de desentrañar los elementos que la componen y sus enclaves.
Luego de conocer la programación oficial del XVI Festival Viboral Rock -Bandas y Cultura Rock- y de escuchar las posiciones y pronunciamientos respecto a las coyunturas que afronta esta versión, creemos de suma importancia unirnos al llamado que desde diferentes grupos y organizaciones se le está haciendo a la Administración Municipal. Como grupo de Vigías del Patrimonio hemos estado comprometidos con resaltar, difundir y en la medida de lo posible aportar a la salvaguardia de todas las manifestaciones patrimoniales del municipio, entre estas, claro está, el Víboral Rock.
En esta ocasión, nos dirigimos a la comunidad carmelitana y enfáticamente a la Administración Municipal esperando que a través del dialogo podamos concertar entre todos, las formas adecuadas de la gestión de nuestro patrimonio.
Aquí les compartimos algunas de nuestras reflexiones:
Preocupa que este festival, siendo un proceso que se ha venido consolidando cada vez más en los años y luego de ser incluido en una intensión de ser reconocido como patrimonio inmaterial local se sigan presentando decisiones de parte de la Administración Municipal sin ningún dialogo previo. En los acontecimientos actuales la Administración no ha mostrado ninguna intención de construir en comunidad, de tomar en cuenta las opiniones y necesidades de quienes en esencia son la base de este patrimonio, sus portadores: sus organizadores y participantes. Vale la pena recordar a la institucionalidad, incluida también la cultural, que quienes definen la esencia de nuestra identidad y cultura es la ciudadanía no los administradores de turno que al igual que el tiempo, son transitorios.
Lo más lamentable es el silencio, el aire estático que no permite que se expandan las ondas de sonido en el ambiente. Inquieta igualmente que se rompa la esencia de la conversación constante que nos ayuda a crecer y a fortalecer. El hecho de que la Administración Municipal (incluido el Concejo Municipal y la Personería Municipal como entes de control), se nieguen claramente a conversar con sus ciudadanos, esto deja ver un nuevo método que penosamente se va haciendo regla para constituir la palpable vulneración a derechos colectivos, sociales y culturales, y que como en este caso, desde el “silencio”, afecta y ataca de forma directa a una manifestación cultural, su proceso y con ello a una comunidad y a un territorio.
El Parque Principal Simón Bolívar no es solo un lugar físico sino también simbólico. Un lugar poblado de lenguajes, un albergue de lo diverso que, a su vez, se inscribe en el horizonte de significación de tradiciones diversas, el lugar privilegiado de remisión a mundos que están más allá de sí mismo, una sociedad en movimiento, esto debería ser suficiente argumento para incluir al Víboral Rock y otras manifestaciones culturales locales en un lugar que por su naturaleza, función y diseño está construido para eso, para integrarnos. En el horizonte de significación que nos envuelve en relación con el espacio público y el valor de lo público y el derecho al mismo, nos preguntamos. ¿Acaso en el espacio público en El Carmen de Viboral existen muros de orgullo y estatus, de dominación y prejuicio? ¿Cómo y cuándo puede ser habitado?
La historia del Víboral Rock está envuelta tanto en el espacio como en el tiempo de El Carmen de Viboral, siendo este festival un acontecimiento que ya cuenta con una buena trayectoria en el tiempo, consideramos como ciudadanía que ya es necesario definir su dimensión espacial y su campo de realización. El Parque Principal Simón Bolívar es el espacio más emblemático del municipio en la formación de la colectividad social y de ciudadanía, es la imagen simbólica de la identidad diversa, plural, colectiva e individual carmelitana por antonomasia, no es solo el Víboral Rock el que reclama ahora su "derecho a la ciudad", es también una comunidad quien está reclamando su derecho al espacio público.
Respecto a la fragilidad de los criterios y argumentos de la administración municipal para sustentar la censura del Viboral Rock, por ahora sobre un día de su realización en el espacio público, en el que apelan a un argumento artificial arguyendo a la “descentralización”, vale la pena mencionar lo siguiente; la descentralización, en relación con la gestión de los procesos culturales, como en este caso respecto a un festival como el Viboral Rock, consiste en la posibilidad de ampliar los vínculo de acceso a la oferta de derechos culturales a una comunidad, y se justifica cuando la gestión más próxima a los ciudadanos suponga una mejora sensible de la calidad del servicio prestado. Así las cosas, sacar el Víboral Rock de los espacios cerrados del Instituto de Cultura o el Polideportivo hacia el Parque Simón Bolívar, contrario al argumento manifestado por la Administración Municipal fue cuando en realidad se descentralizó el Víboral Rock. Descentralizar es todo lo contrario a intentar retornar este festival al centro de desarrollo que tuvo en sus comienzos y contribuir así a la perpetuación de estereotipos y prejuicios, al limitar la visibilidad y difusión de ciertos tipos de música o expresiones artísticas. Descentralizar el Víboral Rock es potenciar la participación y apropiación de los ciudadanos, y no hay un sitio más oportuno para la apropiación social de este festival que el Parque Principal Simón Bolívar.
Las calles, las plazas y los espacios públicos han contribuido a definir las funciones culturales, sociales, económicas y políticas de los pueblos. Históricamente han sido -y continúan siéndolo- las actividades que se ejercen sobre estos espacios la primera vara con la cual medir el “estatus” de un lugar, y su transformación. Para el caso de El Carmen de Viboral es claro el aporte que ha hecho la cultura como umbral de reconocimiento en las formas de apropiación en nuestros espacios públicos, y así mismo en la construcción en el imaginario con el que interpretamos hoy lugares como el Parque Principal Simón Bolívar, que además de ser un espacio público, es un espacio común. Esto se debe justamente a la conexión emocional y la asociación en nuestro imaginario social de este sitio con estas agendas, el especial afecto que cualquier carmelitanos e incluso visitante le tiene a este lugar no corresponden esencialmente con el lugar, sino con lo que en el ocurre.
El campo de la cultura no es ajeno al acontecer político; por el contrario, es un espacio en que lo político adquiere su mayor espesor. Lamentamos que los actores públicos, así como un sector de la ciudadanía carmelitana pretenda desconocer el relieve e incidencia que tiene la cultura en nuestra historia local, y que más allá de respetar y reconocer la diferencia, al parecer, han estado es tolerándola, soportando la diferencia, aguantando al otro a pesar de ser diferente.
Es responsabilidad de la institucionalidad abrir un ancho camino para hablar con el otro, y yendo aún más lejos, como esperamos que ocurra, a dejarse hablar por el otro y atreverse a gestionar acordadamente los disensos. La interculturalidad ve la diversidad como una fuente de enriquecimiento y de gozo y, por tanto, apuesta por una convivencia digna, mutuamente enriquecedora y gozosa de diversidades. El espacio público es el ámbito más propicio para la realización de la libertad, el lugar por excelencia del habitar, si por habitar entendemos no un mero estar en el mundo sino un existir con el mundo y con otros.
En estas circunstancias, Invitamos a la Alcaldía Municipal, a todos estos actores a superar el “egoísmo social”, y que junto con el Instituto de Cultura, quien ha debido ser garante de toda esta situación, sea posible sostener ante la comunidad, un compromiso ético y político en gestión de la convivencia. Ese el reto principal que tenemos todos, pero especialmente quienes conducen los destinos de la municipalidad. Es claro que debe haber una innegable ordenación que debe existir por el control de las conductas de los ciudadanos, pero eso no debe comprometer el respeto por los derechos humanos y nuestros derechos culturales.
A estas alturas, no culpamos a quienes ponen en duda la condición pública de nuestra plaza, y la posibilidad de comprender si existe o no un numero de metros cuadrados autorizados para los intereses comunes de la comunidad carmelitana y otros para algunos sectores o intereses particulares. Lamentablemente no es la primera vez que algo así ocurre, y ahora, después de todo este silencio, la duda es en este caso lo más lógico, lo más justo, e incluso lo más razonable.
Somos uno de los municipios de Antioquia que goza de tener el mayor número de procesos y agenda cultural del departamento y parte del país. Invitamos a todo El Carmen de Viboral a enriquecer el debate general acerca de la importancia de los espacios públicos, y a reconocer el aporte que hace la cultura a una comunidad cohesionada, a la identidad cívica y nuestra calidad de vida. Hace ya mucho que la cultura está acechándonos. Y si todos tuviéramos la sensibilidad suficiente para reconocerlo, la podríamos disfrutar en todos los matices en que hoy se nos presenta, pese a la “amigable negligencia” con la que en ocasiones se procura respaldar.
No conviene reforzar la discriminación y la desigualdad, si es que así está ocurriendo, pues lo único que esto subraya es la importancia y la necesidad de abordar esta práctica desde una perspectiva de derechos humanos y libertades fundamentales. Es muy seguro, y ya creemos se ha demostrado en más de una ocasión, que la censura de este tipo de manifestaciones lo único que genera en la ciudadanía carmelitana es engendrar lazos de identidad que impactan en la sociedad por medio de la resistencia.
El Carmen de Viboral lleva años forjando su identidad como un territorio roquero. Si bien en sus inicios el rock emergió desde la autogestión y al margen de la oficialidad, confinado a casas, garajes y bares, su arraigo en la escena artística local ha sido tan profundo que hoy permea el espacio público, consolidándose como uno de los pueblos más roqueros de Antioquia y Colombia. Desde hace más de veinte años, la ciudadanía ha impulsado un esfuerzo constante por territorializar un sonido, buscando que el rock sea reconocido como una manifestación cultural propia del municipio. Es en ese proceso que el Víboral Rock ha afianzado su trayectoria, construyendo su propia experiencia de convivencia y consolidándose como un fenómeno cultural en expansión.
El Víboral Rock está muy lejos de ser considerado un pasaje local que acecha los peligros del desorden, y una amenaza para el orden de la reproducción social, muy al contrario, ha logrado trascender sus primeras etapas de confinamiento, por fin superados desde el año 2024, para convertirse en un espacio privilegiado donde municipio y región fortalecen su identidad colectiva en torno a la cultura y el reconocimiento.
Invitamos a la administración pública a proyectar el espacio público como un bien común y accesible, abierto al disfrute y de oportunidad para impulsar estrategias afines al espacio social de nuestra localidad, y a encontrar en iniciativas como el Víboral Rock una estratégica política de la cercanía, del encuentro, que para no ser pisoteada y seguir floreciendo reclama ser escuchada y debatir sus condiciones de justicia espacial.
Asimismo, instamos al Instituto de Cultura y a su Unidad de Patrimonio a impulsar la creación de Planes Especiales de Salvaguardia, que protejan estos festivales de futuras vulneraciones como las que ya han sido evidenciadas. Además, invitamos a consolidar de manera más formal la incidencia de los Comités Ciudadanos en la toma de decisiones en los diferentes festividades ya motivados por el Concejo Municipal para que puedan ser patrimonio inmaterial municipal.
28 de mayo de 2025, El Carmen de Viboral.
Vigía del Patrimonio El Carmen de Viboral
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