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Dilsia Muñoz Gallego: “Te vas dando cuenta de que debes elegir una manera, tu manera, tu propio camino”

  • vigiaselcarmendevi
  • 5 sept
  • 7 Min. de lectura
Fotografía: Isabel Cristina López
Fotografía: Isabel Cristina López

A pesar de vivir en El Carmen toda la vida, Dilsia no había tenido un acercamiento directo con la cerámica hasta el momento en que empieza a desarrollar sus estudios en la Universidad de Antioquia en el programa de tecnología en artesanías. El suyo es el caso de una nueva generación de ceramistas que no se han dado al oficio por tradición familiar o por haber habitado y explorado los espacios de las fábricas durante el siglo pasado, pero, igualmente, lo han hecho suyo.

Dilsia es una mujer joven que ha vivido una etapa distinta de la historia de la cerámica. Reconoce que sabía muy poco sobre ella, pero recuerda, como tantas otras personas, que en su infancia jugaba con los tiestos que los talleres desechaban en los caminos; hasta su etapa formativa en la universidad, esta fue su experiencia más próxima con la tradición ceramista del municipio.


Desde que inició sus estudios han pasado solo 14 años, pero son tan significativos que han definido su camino. Como sucede a menudo, que carecemos de la capacidad de anticiparnos a las consecuencias de nuestras decisiones, a través de sus estudios en la universidad y del inesperado acercamiento con la cerámica (pues desconocía que el énfasis del programa era este), Dilsia se encaminó a un escenario de futuro que se convirtió en su vocación, en algo permanente y determinante para definir su forma de ser y de percibir la vida: “A mí siempre me ha gustado el quehacer con las manos y por eso fue que me llamó la atención ese título, tecnología en artesanías, pero no sabía que iba a estar la cerámica, […] ahí empecé y la verdad me enamoré del oficio, cuando me metí al cuento de lleno fue que le cogí amor”.


Ese amor ha crecido debido a la conexión y el gusto que tiene por lo que hace y gracias a las personas que ha encontrado en su camino y con quienes comparte la pasión y determinación de trabajar cada día por la cerámica. A sus compañeros de estudio, a los ceramistas con quienes ha trabajado y a sus maestros, Dilsia les debe una parte del amor que tiene por el oficio, gracias a su manera de ver las cosas. De Bernardo Betancur Ramírez, por ejemplo, valora su incomparable bondad para enseñar; a Jose Ignacio Vélez Puerta, lo considera su maestro y el facilitador de su sueño, pues en parte le brindó ayuda cuando dejó su trabajo como decoradora y, sin tener mucho más que un puñado de ilusiones, empezó a montar su taller; y Eliana Moreno López, es su colega, su cómplice y apoyo para mantener su sueño cada día.


Dilsia es una soñadora y a una soñadora hay que admirarla como tal. Esta condición es el mejor símbolo de su vida: el anhelo y el trabajo persistente por lograr algo; así puede describirse su historia y cariño por la cerámica.


Después de su paso por la universidad, se desempeñó como decoradora en Cerámicas Renacer, que por esos años mantenía la sociedad con Cerámica Rampini, razón por la cual aprendió y se dedicó a emplear la técnica de decoración sobre esmalte: “Había que tener muchas habilidades para el dibujo, porque eran cosas más complejas: paisajes, animales, [o aspectos como] el volumen, luz y sombra. Pero fue una experiencia muy bonita porque ahí también aprendí mucho”, recuerda Dilsia. Adicionalmente, su paso por ambas empresas significó la oportunidad de entender su constitución y funcionamiento, es por eso que considera que el taller es el lugar donde realmente se aprende, se trasciende y se otorga un sentido completo a todo lo vivido en la universidad.


Aunque es decoradora y es uno de los oficios que más disfruta no es el único que hace ni el único que le gusta: “Siempre me decía ‘yo quiero tener mi propio taller, yo quiero hacer mis propias cosas’, porque me gustaba mucho la decoración, pero no me llenaba completamente, porque pensaba ‘la cerámica es muy amplia, la cerámica no es solo decorar, yo quiero hacer todo el proceso, quiero conocer cómo se hace un molde, cómo se hace una pasta, cómo se formula un esmalte’, ¿cierto? Entonces siempre soñaba con tener mi taller”.


Fotografía: Isabel Cristina López
Fotografía: Isabel Cristina López

Para Dilsia, en distintas etapas de su carrera, todo ceramista se enfrenta a cuestiones muy importantes que inciden en la forma como desarrolla su trabajo: “A pesar de tener tanta información en la cabeza, uno tiene que ir sacando cosas y hacer como un camino, ir de cierta manera diciendo ‘yo no voy a hacer esto, pero si voy a hacer esto’ porque en el mismo camino te vas dando cuenta de que no es para hacer todo, que debes elegir una manera, tu manera, tu propio camino. Entonces al principio es muy difícil porque estás tratando de darte cuenta qué es lo que realmente vas a hacer”.


Trabajar para sí misma ha favorecido su crecimiento como ceramista, le ha permitido sentirse cómoda y explorar el oficio a través de sus intereses aun cuando los errores no han faltado; sin embargo, se mantiene optimista pues asume que la cerámica es para estar indagando, “siempre hay búsqueda, siempre tengo que estar reinventando, formulando, entonces en ese proceso siempre van a haber cosas que fallan y que hay que ir estudiando”.


Carmenterra Taller de Barro, es el escenario que ha favorecido el desarrollo de su propio proceso creativo: “Lo que me gusta de mi taller es que soy libre; que puedo experimentar, que puedo inventar nuevas cosas, formas, todo eso. Experimentar, tanto con la forma como con los diseños, las pintas, los acabados… uno no tiene ninguna restricción”. El gusto por este sentido de la libertad es una de las enseñanzas que le deja su rol como decoradora de una empresa: que no percibía su evolución como ceramista. Ahora, por el contrario, no se siente limitada a hacer vajillería y eso forma parte de su motivación: no deja de aprender en cada pieza que hace.


Parte de sus inquietudes y orientaciones por hacer cosas diferentes (entendiendo por esto la dimensión de su trabajo que se aleja de lo que comúnmente se considera como cerámica tradicional de El Carmen), está dada por la imagen que obtuvo del oficio ceramista en la universidad y en el trabajo: “Lo bueno de la universidad fue que conocí muchas técnicas. El haber trabajado el sobre esmalte me ha ayudado a que cada pieza también tenga un lenguaje, entonces yo no me cierro. Me gusta mucho el bajo esmalte y también lo hago, pero también depende de la pieza y de la forma que yo defino cómo puede ser su acabado final”.


Fotografía: Isabel Cristina López
Fotografía: Isabel Cristina López

Actualmente, Dilsia está dedicada a tiempo completo a la cerámica, ya sea enseñando o produciendo y lo más importante es que desea seguir insistiendo en ella, explorando ese mar profundo e insondable al que se ha consagrado por convicción. Una de las propuestas que se presenta con novedad desde su taller es la producción de piezas decoradas a partir de la sobreposición de esmaltes, una técnica casi inexplorada por los demás colegas en el municipio, que ha supuesto un reto importante e incontables ensayos y piezas perdidas hasta llegar a conseguir acabados de su gusto.


Cuando se habla de sobreposición de esmaltes, en términos generales, se hace referencia al uso de esmaltes de diferentes colores y temperaturas en los cuales se sumerge una pieza determinada, ya sea en un borde o en una parte específica, combinando otras capas de esmalte más gruesas de otros colores, que al meterse al horno se funden y generan efectos por la interacción de los esmaltes, dada la mezcla de colores y texturas.


Dilsia reconoce que algunos artesanos del municipio no están de acuerdo con el uso de técnicas como esta porque se alejan de la producción tradicional, sin embargo, para ella representa la posibilidad de demostrar cosas distintas con su trabajo: “Pienso que es importante por el hecho de estar acá, de haber salido de la inspiración personal, porque de cierta manera todo lo que se ha trabajado en El Carmen ha servido para que uno también se llene de todo eso. La cerámica me parece bonita es por eso, porque ella ofrece tanto que tienes un montón de posibilidades que creo que son válidas y que es la manera de cada uno expresarse”.


Por esta razón, Dilsia habla constantemente de la búsqueda del camino personal, de la satisfacción individual, del crecimiento como ceramista; considera que: “La cerámica son muchas maneras y una u otra no te hace menos ceramista o mal o mejor, sino que cada uno encuentra su línea”. Para ella, un ceramista se define por la entrega y el respeto hacia el oficio, más allá de la orientación que le da a su trabajo, en este sentido, no duda por un instante en considerarse una ceramista de El Carmen para la cual, lo que hace se ha convertido en un reto personal que ante las dificultades no la invita a desfallecer sino a buscar la manera de hacer las cosas mejor.


Aunque en su taller también trabaja el bajo esmalte, es de lo que menos comercializa, de este modo ha comprobado la importancia de reconocer los gustos de los demás y ofrecer alternativas que incentiven el consumo: “De lo que más se mueve en el taller es eso que es diferente: la sobreposición de esmaltes, los chorreados… La gente nos dice, ‘muy bueno llegar acá donde todo es flores y encontrar esas otras cosas’, por eso, se trata de reconocer esos gustos, que haya para todos los gustos”.


Fotografía: Isabel Cristina López
Fotografía: Isabel Cristina López

Si tuviera que resumir la importancia de la cerámica para Dilsia, diría que ha llenado su vida. Que la dedicación durante estos años ha merecido la pena, que percibe lo gratificante que ha sido su trasegar en el oficio y que es consciente de su crecimiento. Ha aprendido a superar sus propios temores y enfrentarse a cosas que dudaba si podía hacer, por ejemplo, enseñar a los demás lo que sabe. De su oficio le sobreviene una abundancia de vida que encuentra los cauces hacia los que fluir en cada pincelada: no considera que hace un trabajo, simplemente vive y siente su proceso de creación. Disfruta cada momento en su taller porque puede enfocarse en los detalles de lo que hace, por esta razón superó la idea de dedicarse solo a la decoración o a producir únicamente vajillería y emprendió la búsqueda de su modo de hacer las cosas. Para Dilsia, la cerámica es como la vida misma: tiene un tiempo y un ritmo específico que no debemos acelerar; esto es lo más valioso que le ha enseñado el oficio: ser paciente y humilde.


Julián González Ríos

Sociólogo.



Este escrito forma parte de una serie de relatos elaborados en el marco de la investigación "Voces del pasado presente: materiales para la comprensión de la manifestación cerámica de El Carmen", proyecto apoyado por el Programa Municipal de Estímulos del Instituto de Cultura El Carmen de Viboral, 2024.

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